John Maynard Keynes nació en
Cambridge, Inglaterra en 1883. Recibió una educación de elite en Eton y
Cambridge, orientándose hacia la economía por consejo de su maestro, el
neoclásico Alfred Marshall.
Todos sus escritos económicos
fueron respuesta a problemas acuciantes de la economía de su tiempo.
Así, como fruto de su trabajo en la Administración colonial, escribió La
moneda india y las finanzas (1913). Las consecuencias económicas de la
paz (1919) fue resultado de su participación como representante del
Tesoro en la delegación británica enviada a negociar el Tratado de
Versalles después de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial
(1914-18); Keynes dimitió de aquel cargo para mostrar su desacuerdo con
las duras condiciones impuestas a los vencidos y escribió este libro
para argumentar que tales condiciones, fruto de un espíritu de venganza,
serían imposibles de cumplir y conducirían a la ruina económica de
Alemania, con graves consecuencias para el resto del mundo.
Desgraciadamente, el tiempo demostró que sus previsiones eran acertadas,
y Keynes volvió sobre el tema en Una revisión del tratado (1922). Las
cuestiones monetarias siguieron atrayendo su atención en el Tratado
sobre la reforma monetaria (1923) y el Tratado sobre el dinero (1930),
en donde criticó respectivamente la adhesión al patrón oro y la teoría
cuantitativa de la moneda.
Pero
su obra decisiva fue la Teoría general de la ocupación, el interés y el
dinero (1936), con la que dio una respuesta definitiva a la grave
depresión económica desencadenada en todo el mundo a partir del crash de
la Bolsa de Nueva York de 1929. Retomando intuiciones olvidadas de los
teóricos del subconsumo (como Malthus), Keynes indicó que la causa de la
crisis era la insuficiencia de la demanda, debida a la creciente
propensión marginal al ahorro de las sociedades desarrolladas (esto es:
que a medida que aumenta la renta, es mayor la parte de ésta que se
destina al ahorro y menor la que se dedica al consumo, con lo que una
parte de la producción no encuentra comprador). En su opinión, el
desempleo así originado no podía remediarse únicamente con medidas
monetarias. La debilidad del consumo privado sólo podía remediarse
incrementando el gasto público en periodos de recesión, haciendo que el
Estado incurriera en un déficit para crear demanda adicional. La
importancia de los puntos de vista contenidos en aquel libro fue tal que
fundó toda una rama de la teoría económica moderna, la macroeconomía,
dedicada a explorar las relaciones entre los grandes agregados de la
renta nacional.
Tras
vencer las resistencias conservadoras de la ortodoxia liberal, la
«revolución keynesiana» fue penetrando en el mundo académico y en las
políticas económicas de los países: influyó quizá sobre el New Deal de
Franklin D. Roosevelt, pero fue sobre todo después de la Segunda Guerra
Mundial (1939-45) cuando se extendió como una nueva ortodoxia,
determinando las políticas económicas de todo el mundo occidental
durante más de tres décadas de crecimiento sostenido. Los partidos
conservadores y liberales se sumaron a esta política capaz de devolver
la estabilidad al sistema capitalista después de los sobresaltos del
periodo de Entreguerras; e incluso los socialdemócratas la aceptaron con
entusiasmo, en la medida en que justificaba la intervención del Estado
en la economía y el crecimiento del sector público. El prestigio
alcanzado por Keynes fue tal que el rey Jorge VI le nombró barón en
1942, ingresando en la Cámara de los Lores. Al final de su vida ejerció
una influencia directa sobre la política económica de su país como
director del Banco de Inglaterra y asesor del ministro del Tesoro. En
1944 presidió la delegación británica en la Conferencia de Bretton
Woods, donde contribuyó a dar forma al Fondo Monetario Internacional.